¡Sácate partido!
Dicen que no hay mujer fea sino mal arreglada. Cada día en mi trabajo me doy cuenta que la paciente viene a consulta pidiendo tres tipos de ayuda: emocional, estética y médica, y como se dice ahora “coaching de imagen”.
La escuela de la vida nos da tiempo para formarnos en varios niveles: académico, espiritual, psicológico y éste último repercute mucho en la forma de vernos. Personalmente he de reconocer que mis padres me han puesto el listón muy alto, pues ellos desde siempre me inculcaron “el saber estar” en todos sus aspectos. Con su avanzada edad, van siempre impecables y a pesar de sus respectivas enfermedades, que no son pocas, transmiten fuerza ,sentido del humor, respeto y belleza; realmente me siento muy orgullosa y se me cae la baba cuando los veo tan guapos.
Entre los muchos consejos que me gusta dar, destacaría los siguientes:
– Cuidarnos, querernos y aceptarnos. Intentar llevar una vida sana, en alimentos y hábitos tóxicos.
– Si no nos gustamos hemos de buscar cómo podemos mejorar. En el rostro, todos tenemos algo bonito y eso hay que resaltarlo (ojos, piel, boca,..)
– Buscar nuestro estilo, según nuestra personalidad. Las modas pasan, y lo que se lleva si no me queda bien no tengo porque ponérmelo, pero si hay una tendencia que me favorece, la pruebo y si me gusta; adelante.
– Encontrar colores que nos favorezcan a la cara, y no solo usar sólo los oscuros.
– Aprender a pintarnos y a peinarnos. Si las demás pueden, yo también.
– Mirarnos al espejo y aceptar nuestra belleza diciéndote “que guapa soy”
Está comprobado, que al mirarte a un espejo y gustarte lo que ves, te sube el ánimo. En épocas de crisis, las barras de labios rojas o fucsias son las más vendidas, para evitar tener mala cara. El otro día mientras pinchaba una cara de una paciente, despechada por un desamor reciente, quería que la cambiase todos sus rasgos porque los odiaba -decía-. Tuve que disuadirla de sus pretensiones y decirle “eres muy guapa, y sólo te hago el tratamiento para que mejores tu cara de tristeza, pero no quiero que dejes de ser tú. Quiérete y sácate partido”. Me contestó que le ayudara ya que ella no sabía, y después de alegrarle la mirada, e hidratarle la piel con inyecciones de ácido hialurónico, le enseñé a pintarse y seguir siendo ella misma pero con una sonrisa.
Y no hay nada mejor que enseñarlos ejemplos y yo misma me he puesto para que veáis la diferencia. Y ya sabéis, a partir de ahora, ¡A sacarnos partido!
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